The naked truth?

Jamás imaginé siquiera que mi vida pudiera cambiar tanto. Ni una sola vez me había tomado el tiempo de considerar la manera en que una relación pudiera afectar el ritmo de una vida, incluso cuando más de una vez había dado por sentado que inevitablemente las personas cambiaban al estar enamoradas y por ello siempre rehuía de eso, sin embargo aquí estaba yendo al encuentro de mi chica, con esta estúpida sensación de alegría, que siendo sincero me hacía sentir un idiota. Por otro lado me daba cuenta también que yo seguía siendo yo,  el único cambio notorio que sucedía era mi trato para con ella, tantas veces la había buscado y ni una sola vez había estado tan relajado, tan dueño de mi mismo como hoy. Tal vez no tan tranquilo, dada la incertidumbre que me invadía como consecuencia de la no tan fugaz visita que le hice a Alex, con Paris a cuestas como un seguro e intimidante aliado. No sabía cómo Arabella se pudiera tomar aquello, pues no confiaba nada en aquel hombre y estaba cien por ciento seguro de que le iría con el cuento a la francesa, en cierto modo esperaba que fuera así, de ese modo tendría la oportunidad gratuita y justificada de darle otra lección, pocas cosas me harían más feliz.

Luego de asegurar que mi coche estuviera cerrado, fui como de costumbre hasta la puerta del restaurante a esperarla. Había otra cosa que me preocupaba pero era mucho más delicada que el asunto de su jefe, algo que ponía todo mi universo (cuyo centro era Ara) en peligro, la verdad sobre mi presencia en la universidad y mi verdadero trabajo. Suspiro, como siempre, yo estaba puntual y a ella no la dejaban salir a tiempo, como si la dejaran llegar un minuto tarde sin montarle una escena. Apreté la mandíbula al ver a Alex, los rastros de mi lección seguían frescos, al igual que las marcas en mis manos, cosa que no consideré, Ara no era estúpido, sacaría sus conclusiones rápidamente, eso me preocupaba, sin embargo no dejé que eso llegara a mi rostro y en cambio una sonrisa llena de burla, de poder asomo a mi rostro mientras asentía a forma de saludo en la dirección de Alex. Estaba contento con el efecto que aquello ocasionó, su rostro palideció un poco y supe que mi objetivo estaba cumplido. Un par de minutos después Ara finalmente aparecía, simplemente sonreí al verla alejándome de la pared en la que me encontraba recostado, repentinamente ansioso por largarnos de ahí, era hermosa y era mía.

No sabía desde cuándo estaba tan ansiosa por su hora de salida, como si el simple hecho de saber que él iba a estar ahí esperándola le hiciera sentir un millón de mariposas en el estómago, era bastante tonto pensar que había logrado prenderse de él muy rápido pero así era en realidad. no sabía cómo, ni cuando el zanahorio había logrado meterse debajo de su piel y hacerse parte esencial de ella, quizá, era por ser su primer amor o quizá era porque era él. Relamió sus labios  mientras hacía la última cuenta sentada en uno de los bancos, sacando el lápiz de su delantal y entregando a la cajera el ticket con su perfecta caligrafía para que ella lo pasara al registro y se imprimiera uno que se quedaría con el cliente. Una vez listo lo llevó, recibió de vuelta una tarjeta y pagó, así podía decirse que se resumía su día, sin contar claro al par de niñas que traían vestidos de princesas y que se veían muy adorables, como si hubiesen sido sacadas de un cuento de hadas, sus padres en cambio parecían simplemente estar cumpliendo un capricho de sus hijas, aunque el padre parecía suficientemente atento a ellas. Justo como su padre nunca lo fue con ella. Su padre en un principio era el Rey donde Ara era la princesa, pero después de todo el tiempo se volvió el caballero oscuro que destruye el reino y no hace nada más que causar pena y dolor a todos y cada uno de los habitantes. Como un virus que te enferma desde dentro poco a poco hasta que tu propio cuerpo es el que te mata.

Negó con la cabeza y les llevó el helado a ambas princesas de cabello rubio, con una sonrisa se retiró y tras notar que ya era bastante tarde después de su hora, se fue a cambiar no sin antes dejar sus mesas a la siguiente mesera en turno. Se cambió rápidamente y guardó su uniforme en su mochila, se retocó los labios con un poco de labial rosado y salió dispuesta al encuentro con aquél hombre que la tenía comiendo de la palma de su mano. Una vez lo vió una sonrisa se dibujó en su rostro y su piel casi blanca se puso ligeramente rosada debido al sonrojo que ella no podía evitar al verlo — Perdón por la demora, no podía dejar sin atender a un par de princesas — se puso de puntillas para alcanzarlo y depositar un beso fugaz en sus labios — ¿Nos vamos? — le tomó de la mano y comenzó a avanzar por la calle — ¿Qué tal tu día? — preguntó tranquilamente mientras se deshacía el chongo con la mano libre y dejaba que el cabello le cayera en ondas por los hombros y la espalda.

Era imposible no notarla en la habitación dejaba a su paso una estela como si fuera un cometa, de esos que puedes ver una sola vez en la vida, yo podía hacerlo todos los días. El rojo de su pelo me fascinaba y esa mirada clara, misteriosa y distante, con un deje de melancolía hacía que quisiera protegerla a como diera lugar, sacrificando todo de mí, todo lo que soy y lo que seré con el único fin de poder asegurarme que fuera feliz. Pude apenas posar mi mano en su cintura durante lo que duró el beso, que me dejó con ganas de más de esos labios que me volvían loco; le saqué la mochila sin pedir permiso en mi gesto habitual colgándola en mi hombro y abriéndole luego la puerta, sin soltar la mano que sostenía la suya, tan delicada, tan pequeña y tan frágil. Negué con la cabeza en respuesta a sus palabras, no me molestaba esperarla a ella, sino me molestaba que el idiota de Alex, la retuviera allí aunque por supuesto algo me decía que esa historia estaba comenzando a terminar. Volví a mirar a Alex con severidad mientras cerraba la puerta detrás de mi chica, la lección estaba impartida pero eso no aseguraba nada y no pensaba bajo ningún sentido dejarlo tranquilo, no mientras Ara trabajara allí.

Observé hipnotizado como su pelo se deshacía en ondas, me gustaba como le quedaba suelto como si fuera más libre y más dueña de sí misma. Soltó su mano para pasar mi brazo por sus hombros acercándola a mí para dejar un beso en su pelo – Tranquilo – dije con calma, no había pasado nada interesante – hice algunas cosas aquí, otra allá, nada del otro mundo – añadí cayendo en la cuenta de que el idiota del restaurante no le había dicho nada y que mi condición de atacante estaba completamente a salvo, ella no sospechaba nada o al menos no estaba, en este momento, interesada en reprocharme cualquier cosa. Abrí la puerta de mi coche dándole lugar para que pudiera subir y luego rodee el coche para subirme de mi lado. Subí, la miré, mi expresión era seria como siempre nada de ternura colándose y no era a falta de afecto, era así conmigo - ¿el tuyo qué tal? – pregunté poniéndome en marcha esperando a que me contara todo con lujo de detalles, primero porque me interesaba y segundo porque así no tendría que hablar yo - ¿vamos a casa o necesitas que te lleve a algún lado? – pregunté por las dudas sin dejar de mirar hacia el frente con la atención fija en el camino. Seguía esperando que mencionara lo de Alex, el cargo de conciencia en consecuencia de mi temor a perderla por tan estúpida empresa era mayor que mi capacidad de no sentir arrepentimiento alguno por mis acciones, algo poco común en mí, y es que con Arabella todo era patas para arriba. Maldición. La miré ladeando los ojos y sonreí mientras ponía mis ojos en la carretera nuevamente, Ara era Ara y me volvía loco.

Se quedó en silencio durante unos segundos, disfrutaba de aquello más de lo que aparentaba y no era para menos, tratándose de Oliver, disfrutaba de las miradas que la gente posaba sobre él, no sabía explicar si era miedo o curiosidad. Entró al automóvil del pelirrojo y suspiró profundamente, estaba algo agotada y además intrigada por la serie de golpes que tenía su jefe, también por el cambio radical de actitud con todas las meseras, como si algún tipo de justicia divina hubiese hecho su trabajo con él, pero no quitaba que ella sintiera un poco de pena por él y que en un par de ocasiones le ofreciera ayuda para curar la ceja abierta , algo raro en cualquier persona pero demasiado común en Arabella.

Sonrió de medio lado al escuchar su tan descriptiva explicación de su día y entendió que no iba a pasar de ahí, abrió ligeramente la ventana y una brisa se coló revolviéndole el cabello — Tranquilo, de hecho podría decirse que estuvo más relajado que en otras ocasiones — se relamió los labios y se giró para verle — Alex tuvo un accidente en casa y llegó con moretones en la cara y una herida en la ceja, le ayudé a curarla porque tenía pinta de que se le iba a infectar — se encogió de hombros — Probablemente se tomará un par de días, los clientes parecieron no estar cómodos con un dueño con esa pinta — no estaba completamente satisfecha pero al menos así ella y sus compañeras tendrían un poco de paz durante quizá una semana o poco más. Miró de reojo las manos de su novio en el volante — ¿Qué te pasó? No me digas que eso que estuviste haciendo hoy fue ir a practicar boxeo con la cara de alguien — No le gustaba que Oliver se metier en problemas, porque cuando eso pasaba ella terminaba con ausencia de sueño y con la cabeza llena de preocupaciones con respecto al pelirrojo — Sabes que no me gusta que te metas en problemas — se cruzó de brazos un poco molesta. 

Me relamí los labios sin apartar la vista del camino, “un accidente” repetí en mi mente con malicia y diversión, el idiota era tan cobarde, pero la ventaja era para mí porque eso significaba que no habría forma de que tomara represalias por mis acciones, ¿cómo si tuviera derecho alguno para hacerlo? Yo simplemente había defendido lo mío y juzgando por las palabras de la francesa mi objetivo se había logrado, por lo menos de momento. No dije nada cuando comentó que lo había ayudado pero sí dejé que el disgusto que me causaba eso llegara a mi rostro, apreté la mandíbula, ese tipo de cosas servían sólo para darle alas al imbécil aquel. A veces, ¿qué a veces? Todo el tiempo, Arabella era demasiado buena con el mundo y eso me ponía malditamente ansioso, porque los buenos, siempre, salían dañados, no podía permitir que algo le pasara, que sufriera. Maldito hipócrita, entonces ¿qué hacía con ella? Le rompería el corazón tarde o temprano, egoísmo en su máxima expresión.

Ladeé fugazmente la cabeza – Y a mí no me gusta que te acerques a Alex, pero lo haces igual – musité con frialdad para luego volver a mirar la calle – Estamos a mano – levanté un hombro restándole importancia al asunto tironeaba de uno de sus brazos para tomar su mano con suavidad para llevarla luego a mis labios, dejando un beso con delicadeza en la cara interior de su muñeca, era mi forma de agradecerle que se preocupara por mí. Sostuve su mano, no había tráfico así que podía conducir tranquilamente obviando una de mis manos; sabía que ella no dejaría estar el asunto mientras no le dijera nada y maldije, hacía frío, hubiera usado guantes para ocultar las heriditas pero eso era de cobardes, debería poder enfrentarme a mi novia ¿no? Y decirle que la bolsa de boxeo de mi entrenamiento nocturno del día anterior fue su jefe, pero no, le tenía tanto miedo que prefería mentir. No le tenía miedo a ella en sí misma, en parte, sino a perderla, sí definitivamente era eso, mi temor a perderla era mayor que el orgullo que me impediría mentir. Conduje un poco más en silencio y volvía hablar recién cuando comenzábamos a acercarnos a nuestra residencia – Ara… salí con mi amigo anoche y nos metimos en una pelea, nada grave – relamí mis labios no la miré fingiendo estar concentrado en mi camino – fue consentido – mentí – míralo como un club de la pelea ¿vale? – pregunté apretando con delicadeza su mano.